17 - Karl Loewenstein

El brillante filósofo y jurista Karl Loewenstein nació en Múnich, Estado de Baviera (Alemania), el 9 de noviembre de 1891. Aunque en un primer momento fue orientado por sus padres para realizar estudios de negocios, pronto descubrió su verdadera vocación, y decidió seguir la carrera de Derecho, a los diecinueve años. Realizó sus primeros estudios jurídicos durante los años 1910 a 1914 en universidades de París, Heidelberg, Berlín y la propia Múnich, donde tuvo como maestros a intelectuales de la talla de Max Weber, Lujo Brentano, Karl Rottenbücher y Karl Neumayer.

Loewenstein, considerado el primer gran constitucionalista moderno, perteneció a esa pléyade de personalidades del mundo jurídico que debieron emigrar a los Estados Unidos en los años treinta debido al ascenso del nazismo y la imposibilidad de investigar con la libertad que requiere la rigurosidad académica.



Obtuvo el doctorado en Derecho Civil y Eclesiástico por la Universidad de Múnich en 1919. Durante la Primera Guerra Mundial, el joven Loewenstein tuvo que hacer el servicio militar para la infantería alemana. Fue su primer gran contacto con las estructuras del poder estatal. Posteriormente, a la par que realizaba sus primeras publicaciones, dedicó varios años de su vida al ejercicio de la abogacía.

Por estos años, escribió Manifestaciones de la enmienda constitucional durante su desempeño como maestro en su alma máter (Múnich) en las cátedras de Derecho Constitucional, Derecho Internacional y Ciencia Política.

Siendo un jurista atípico, el caso de Loewenstein es bastante significativo, puesto que no solamente era profesor de Ciencia Política, sino que, como se mencionó, trabajó como abogado desde 1919 hasta 1933, cuando se vio obligado a emigrar debido a la política racial del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, que prohibía a los docentes de origen judío enseñar en las universidades. Ayudado por el Comité de Emergencia para Académicos Extranjeros Desplazados, logró obtener una plaza como profesor asociado en la Universidad de Yale, y más tarde como profesor de Jurisprudencia y Ciencia Política en el College de Amherst de la Universidad de Massachusetts, que con los aportes de académicos de su nivel pudo constituirse como una escuela universitaria de renombre. Ejerció la docencia en Amherst hasta 1944.

Loewenstein, en los años de su asilo en tierras americanas, logró desempeñar cargos como el de Consejero Especial del Procurador General de los Estados Unidos (1942-1946) o inclusive, durante su periplo en Sudamérica, llegó a ser Director General de Investigación Legal del Comité de Emergencia para la Defensa Política en Montevideo, Uruguay (1944-1945). Sus estudios sobre el Brasil y sobre el presidencialismo en los países de Centro y Sudamérica, reflejan una vocación teórica que acompañaba con una intensa praxis. En esta doble faceta de profesor y burócrata visitó diversos países hispanoamericanos y la Universidad de Kyoto. Posterior a la caída de Adolf Hitler, retornó a Alemania como asesor de las potencias aliadas.

Es por ello que el pensamiento de Loewenstein fue bastante difundido en nuestra región por aquellas épocas, e inclusive escribió una serie de artículos en nuestra lengua para la Revista de Estudios Políticos de Madrid, entre los que destacan: La Constitución de la Quinta República Francesa, Soberanía y Cooperación Internacional, Las relaciones entre Gobierno y Parlamento, La institucionalización de los Partidos Políticos, En torno a la situación de Berlín, La Investidura del Primer Ministro Británico, y La función política del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.


Su estancia en América le permitió escribir sobre modelos políticos comparados

Fue en este periodo que Loewenstein se dedicó a profundizar su análisis sobre los modelos políticos que imperaron a lo largo de la historia, así como también los que, en ese entonces, empezaban a surgir, como el fascismo dictatorial o el socialismo soviético. Además reflexiona arduamente acerca de los hechos que devinieron en la caída de la liberal República de Weimar y el ascenso del tan mentado nazismo en tierras germanas.

Su investigación se concentró en hallar las más notables diferencias entre las formas autocráticas y constitucionales de gobierno. De este modo concluye expresamente que, en el fascismo, el poder y el derecho no se encuentran en conflicto, ya que se subsumen a la figura del jefe absoluto del gobierno.


Escribió la obra más brillante de Derecho Constitucional del siglo XX: La Teoría de la Constitución

Producto de sus brillantes reflexiones, Loewenstein escribiría el que sería uno de los libros fundamentales en material constitucional: Teoría de la Constitución. Publicado primero en lengua inglesa y posteriormente en su alemán natal, el eje de esta obra, como señala el título; es el de una extensa revisión de las constituciones como instrumentos jurídicos para controlar el poder político. Desde las primeras manifestaciones constitucionales expresas en Norteamérica hasta su aceptación en Europa, las tesis jurídicas de Loewenstein se caracterizan por su universalidad. El necesario control del poder es la premisa que se encarga de estudiar mediante el análisis del valor de las constituciones y como hacen frente a la carga ideológica que manifiestan los estamentos políticos.

Para Loewenstein, la Constitución tiene como deber principal, el limitar el poder político mediante sus dispositivos. De ese modo, la diferencia entre un Estado democrático y otro autoritario, era básicamente la existencia de instituciones que, sin socavar el legítimo deber de gobernar, distribuían el poder equitativamente para un mayor control estatal. Es por ello que en su obra señala: “la historia del constitucionalismo no es sino la búsqueda por el hombre político de las limitaciones al poder absoluto ejercido por los detentadores del poder, así como el esfuerzo de establecer una justificación espiritual,  moral o ética de la autoridad, en lugar del sometimiento ciego a la facilidad de la autoridad existente”.


Propuso la clasificación ontológica de la constitución

Siendo bastante meticuloso en cada uno de sus análisis sobre el mundo contemporáneo, el jurista Loewenstein no tenía buenas expectativas sobre el futuro de la vida moderna. Al notar la excesiva violencia que campeaba por motivos políticos, raciales o religiosos; concluía que una norma no era ninguna garantía, finalmente, para lograr limitar el poder. Por ello clasificó las constituciones en tres: las normativas, con eficacia comprobada en la realidad; las nominales, que por falta de condiciones mínimas no se aplica realmente, pero que posee un valor educativo; y las semánticas, que resultaban completamente inútiles pues no se cumplían ninguno de sus preceptos. Sería un disfraz jurídico.

Para Loewenstein, la Constitución, por sí misma, no puede asegurar el abastecimiento pleno de las necesidades básicas de la población. Pero sí puede controlar eficazmente la arbitrariedad y alejarnos del irracional despotismo. Puede ser una gran herramienta para consolidar las instituciones estatales y para la distribución efectiva del poder. Y sobre todas las cosas resulta un emplazamiento positivo al Estado, en aras del respecto irrestricto de los derechos fundamentales de la humanidad y el acceso de cada uno de nosotros al ejercicio de estos.
5. Impartió cátedra en diversas universidades del mundo
Además de la citada obra y numerosos estudios sobre el derecho público y la ciencia política; Loewenstein escribió, por lo menos, dos libros fundamentales más: Derecho Constitucional y práctica constitucional en los Estados Unidos (1959) y Derecho político y práctica política en Gran Bretaña (dos volúmenes, 1967); ya cuando había regresado a su tierra originaria, Múnich, para compartir sus últimos años con los entusiastas estudiantes que escuchaban su cátedra. La profundidad de estas obras le han dado a este fallecido profesor alemán, un puesto de honor entre los grandes maestros del Derecho Constitucional.

Teoría de las ventanas rotas

Una de las propuestas de política criminal que más se ha debatido en los últimos años –con posturas muy encontradas que van de los defensores a ultranza a los acérrimos detractores– es la teoría de las ventanas rotas (broken-window theory). En 1969, el profesor Phillip Zimbardo –psicólogo de la Universidad de Stanford (EE.UU.)– abandonó dos coches del mismo modelo y color, sin matrícula, en dos calles distintas: uno en el conflictivo barrio del Bronx, en Nueva York; y el otro cerca de su facultad, en la urbanización Palo Alto, California. En 10 minutos, los vándalos empezaron a saquear el primer automóvil y, en menos de 24 horas, lo habían desvalijado y destrozado por completo; en cambio, el coche que dejaron en la próspera zona residencial californiana, continuó intacto, tal y como había sido abandonado. Entonces, el equipo de Zimbardo rompió una de las ventanas de este segundo vehículo y los vecinos de Palo Alto se comportaron exactamente igual que los del Bronx: destrozaron el coche. La conclusión que se obtuvo del experimento fue que –con independencia del nivel económico del vecindario– una ventana rota transmite una imagen de deterioro que fomenta un paulatino comportamiento incívico por parte de los ciudadanos, generando una espiral de desorden y de creciente vandalismo que termina afectando a la propia convivencia y seguridad del barrio. Aplicando esta teoría, el ex alcalde de Nueva York Rudolph Guliani consiguió rebajar los índices de criminalidad de su ciudad poniendo freno a las pequeñas transgresiones (altercados callejeros, pintadas en las paredes, acumulación de basuras, actos de vandalismo en el mobiliario urbano, etc.) y al comportamientos de determinados colectivos (borrachos, mendigos, drogadictos, sinhogar o prostitutas). De esta forma, manteniendo el orden, se prevenía la comisión de delitos (como dirían los médicos: fomentando buenos hábitos saludables evitas tratar muchas enfermedades). Posteriormente, dos profesores de Harvard –James Q. Wilson y George L. Kelling– retomaron esta idea y afirmaron que si, además, la policía patrullaba a pie por las calles, ese contacto directo con la autoridad evitaba que la gente rompiera una primera ventana –en sentido metafórico– y que esa actuación degenerase como ocurrió con los coches del experimento. El problema, en este caso, consistiría en garantizar que los agentes no acabaran actuando discrecionalmente. Quienes se oponen a esta teoría no ahorran en descalificativos y la consideran simple, irracional, injusta, moralizante, manipulable y falsa ya que –afirman– no es cierto que sancionando pequeñas faltas se evite la comisión de delitos más graves porque cada delincuente tiene sus propias motivaciones; asimismo, consideran que se trata de una mera operación de cosmética para tranquilizar la conciencia de los ciudadanos, en lugar de atajar la raíz del problema, y que fomenta la arbitrariedad de las autoridades.

Esta teoría forma parte de las respuestas concretas de la llamada criminología situacional, que surgió a finales de los 60 y, sobre todo, en los años 70 del siglo XX, junto a las actividades rutinarias (se da cuando convergen tres elementos: un sujeto que puede transgredir una norma, un objeto del que poder apropiarse y una vigilancia poco adecuada), la prevención situacional (cada ciudadano debe obrar con cautela para no dar ninguna oportunidad al sujeto y que éste pueda delinquir) y las teorías del autocontrol (el individuo ha de interiorizar su control).

Las Tres Formas de entender la Justicia

Amartya Sen -un célebre filósofo indio y premio Nóbel de economía- cuenta en su libro The Idea of Justice la siguiente metáfora: dos niñas y un niño discuten sobre quién de los tres debe quedarse con una flauta: Anne cree que debe ser suya porque ella es la única que sabe tocarla; Bob la quiere porque es pobre y no tiene nada más y, finalmente, Carla trata de convencer a sus amigos de que la flauta debe ser suya porque fue ella quien la fabricó. ¿Quién debería quedarse el instrumento?

Los tres argumentos son válidos y contraponen distintas formas de fundamentar la justicia: la primera niña por su enfoque utilitario (al fin y al cabo, ella es la única que puede darle al instrumento el uso para el que se construyó; los demás, ni siquiera saben música); el niño, en cambio, apuesta por la igualdad (no tiene nada y con la flauta ya tendría algo) y, por último, Carla basa sus razones en la libertad, porque fue ella la artesana que decidió convertir un simple trozo de madera en un instrumento musical; es decir, nos encontramos con tres planteamientos:

 El utilitarismo (representado por Anna) es pragmático (práctico), hedonista (busca el placer del mayor número de personas) y teleológico (su fin es que los resultados sean buenos); pero este criterio también ofrece dos importantes lagunas: en primer lugar, es poco objetivo, porque ¿quién decide lo que es bueno y para quién? Y, en segundo lugar, su aplicación supondría una contradictoria forma de plantearse la justicia: cuando Robin Hood robaba a los ricos para dárselo a los pobres necesitados; su fin era bueno, práctico y había más beneficiados que perjudicados, luego la acción del famoso salteador de Sherwood habría sido justa –según la teoría utilitarista– y esta clase de robos tendrían que ser considerados buenos; lo cual no es cierto.



 Según el igualitarismo del niño (Bob), todos los seres humanos somos iguales por naturaleza, con independencia de nuestra raza, sexo, creencia, opinión, lugar de nacimiento u otras circunstancias personales; lo cual no impide que –en ciertas ocasiones– alguien reciba más recursos que los demás. Es la llamada discriminación positiva; por ejemplo, cuando se reservan plazas para discapacitados en una oposición o si, al conceder una subvención para instalar internet en la vivienda habitual, las Administraciones priman a quienes residen en pueblos frente a los habitantes de las ciudades. Las críticas a este argumento se centran en que tanta igualdad cohíbe la libertad de las personas, al tratarlas como parte de un colectivo, y evita que algunos miembros de la sociedad destaquen por sus habilidades o talentos. Con esta opinión en contra, la pregunta sería: ¿Para qué le vamos a dar la flauta a Bob si no sabe tocarla ni tampoco la ha fabricado él?

 Finalmente, el libertarismo del personaje de Carla, defiende el derecho absoluto de propiedad sobre nuestras posesiones (en este caso, ella fue quien hizo la flauta) y, por lo tanto, lo justo es que también se beneficie de su uso. Sus detractores acusan a esta teoría de defender un concepto ilimitado del derecho a la propiedad, su excesiva autonomía del individuo frente al Estado (el bienestar de cada uno depende sólo de si mismo) y que consideren a la libertad como el valor más importante frente a la igualdad.

¿Es mejor un fundamento de la justicia que otro? La moraleja de la historia de Sen es que resulta difícil conciliar estas tres posturas; por ese motivo, el autor indio insiste en que lo importante es reconocer que la justicia obedece a una pluralidad de razones, que debemos compararlas para tratar de mediar y que las decisiones que se tomen se basen en el acuerdo. Casi nada.

Por cierto, no sé si habrás elegido a Bob –que, como parece el patito feo de la historia, suele concitar la simpatía de la mayor parte de la gente– pero lo importante es que tu decisión no se haya basado tan sólo en tus afinidades personales sino en lo que consideres que sería más justo. A la hora de tomar una decisión, acuérdate de lo que decía Víctor Hugo: es fácil ser bueno; lo difícil es ser justo.

Que significa ser de Izquierda o Derecha?

¿Por qué se dice ser de izquierdas o de derechas?
Desde finales del XVIII, en todos los parlamentos –y, en la política, en general– se dice que la ideología de un partido puede ser de izquierdas o de derechas. Esa distinción tuvo su origen en las primeras asambleas francesas por el lugar donde se sentaron los revolucionarios:

• El sector de los girondinos –por el departamento de Gironda, al suroeste del país, de donde procedían muchos de ellos– ocupó los asientos del lateral derecho de la cámara. Representaban a la burguesía provincial y a las opiniones más moderadas que defendían restaurar el orden monárquico mediante acuerdos que limitaran el poder real. Frente al radicalismo del otro sector, los girondinos eran más conservadores. Sus opiniones triunfaron en las primeras votaciones, pero acabaron siendo víctimas de la guillotina durante el “reinado del terror” que instauraron sus oponentes.

• En cambio, los jacobinos –perfectamente organizados en un club que se reunía en el antiguo convento de esa orden– se sentaron enfrente, en el lado izquierdo. Dirigidos por políticos tan carismáticos como Robespierre, Danton o Marat, se convirtieron en una amalgama que incluía a los sectores más extremistas que preferían abolir la monarquía y proclamar la república, defendiendo la libertad del pueblo de forma tan hostil como exaltada. Entre sus filas militaron los revolucionarios más radicales y los temidos sans-cullote.

¿Qué defendía cada ideología?

– A la izquierda del presidente se sentaron los partidarios de una nueva constitución. Entre ellos estaba, desde el primer día, Robespierre. Estos eran partidarios del veto nulo o suspendido, es decir, de impedir que el Rey pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea.

– En el centro de la Asamblea se situaron los indecisos (o moderados, según otras publicaciones). Estos no tenían una postura definida en torno al papel del Rey.

– A la derecha del presidente se situaron los defensores del poder real. Estaban a favor de que el monarca pudiera vetar las decisiones de la Asamblea Nacional. Este grupo lo formaron absolutistas convencidos, gente de la Nobleza y el clero principalmente.

Desde entonces, aquellas expresiones forman parte de nuestra cultura.

87 Años de aquel 23 de Octubre

En la mañana del 23 de octubre de 1931 centenares de jóvenes estudiantes, hombres y mujeres, llegaron espontáneamente hasta el Palacio de Gobierno para solicitar al presidente Dr. José Patricio Guggiari la defensa inmediata del Chaco paraguayo ante el avance continuado de las tropas bolivianas invasoras.
Las ametralladoras emplazadas sobre la terraza del Palacio de López dejaron oír su tableteo siniestro, se hacía fuego sobre las espaldas de los que huían y sobre los que intentaban socorrer a los heridos.
Cuando cesó el tableteo de las metrallas y los disparos de los fusiles efectuados por los efectivos apostados en la terraza y en los ventanales del Palacio de Gobierno quedaron exánimes los cuerpos sin vida de 11 estudiantes muertos y 29 heridos. Hubieron otros estudiantes que, aunque heridos por las balas asesinas, lograron escapar de los jardines del Palacio y ser transportados por diversos medios hasta la sede de los Primeros Auxilios y otros lugares de atención médica. Yo llegué a trabar amistad con dos de los heridos, quienes me dieron su testimonio de la masacre. Ellos fueron el Dr. Vicente A. Zayas y el señor Marcial G. Cáceres. El primero recibió una ráfaga de metralla en su espalda y en su mano derecha cercenándole dos dedos.

Dicha orden provino de una acción que se materializó cuando el Tte. José Félix López, al mando de la Compañía de Fusileros de la Guardia Cárcel que se trasladó hasta el Palacio de Gobierno para reforzar los efectivos de la Marina, desenvainó su espada. Así lo relató el nombrado Dr Vicente A. Zayas: "Yo llegué hasta más o menos tres a cuatro metros de las columnas del peristilo y allí un Tte. López sacó el sable y pareció con ello dar la señal de fuego. Comenzaron los primeros disparos y, lógicamente, comenzamos nosotros a correr y a caer ya algunos" (ALFREDO M. SEIFERHELD, Conversaciones Político-Militares (Volumen IV) Entrevista al Dr. Vicente A. Zayas, pág. 106). Otra de las víctimas rememora que: “La ametralladora emplazada en la terraza del Palacio, con una intempestiva ráfaga, que acribilló las paredes de la sede del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, dio el fatídico inicio a la disuasión por la que ominosamente se había optado. El Dr. Justo P. Prieto, titular de dicha cartera, dimitió de inmediato siendo reemplazado por el Dr. Alejandro Arce… A la ráfaga de advertencia, que había surtido plenamente sus efectos dispersantes, siguieron, inconcebiblemente, otras, con el total apoyo de un nutrido fuego de los fusileros de la compañía de la Guardia Cárcel. En esta demencial etapa los disparos fueron dirigidos contra los manifestantes, a matar, como se dice en el léxico militar. Muchas de las víctimas fueron baleadas por sus espaldas, estando en franca y precipitada retirada. La terrorífica instancia afectó con gérmenes de perennidad a la juventud que jamás esperó merecer un recibimiento tan brutal…” (M. AGUSTIN AVILA, 23 de octubre de 1931. Una página enlutada y gloriosa del estudiantado paraguayo, pág. 18, Asunción, 1981). Toda la prensa nacional estuvo contra la bárbara masacre de los estudiantes frente al Palacio de Gobierno. El diario “El Orden”, de propiedad del dirigente liberal Policarpo Artaza, en su edición extra escribió en la tarde de ese mismo día 23 de octubre: “La patria está de duelo. La juventud estudiosa, con la bandera nacional al frente, FUE MASACRADA POR LA GUARDIA PRETORIANA, apoyada por los fuegos de ametralladoras. Cayeron en la refriega niñas y escolares. La juventud ha salvado la dignidad nacional…”.


Por su parte el diario “La Tribuna”, órgano oficial del Partido Liberal Unificado presidido por el expresidente y líder liberal don Eduardo Schaerer, escribía al día siguiente: “Un día de luto para la Patria. La juventud estudiosa ha sido masacrada con las armas de la Nación. Mujeres y niños han caído en la jornada de ayer frente al Palacio de Gobierno Y EN PRESENCIA DEL PRIMER MAGISTRADO DE LA NACION. Las metrallas funcionaban admirablemente para Mater a nuestros niños y jóvenes. Las madres paraguayas están de luto y la Nación llora sobre sepulcros tempranamente abiertos…” Rato después que la edición de la Tribuna ganó la calle el local fue allanado por tropas del Ejército, y sus directores, redactores y hasta los humildes empleados y obreros de las máquinas fueron apresados y conducidos en los calabozos de la Policía y en la tenebrosa División de Investigaciones. No obstante, al día siguiente los miembros del Partido Liberal Unificado publicaron al día siguiente, en una hoja clandestina, un documento que decía: “Frente al fusilamiento de ancianos, niños y mujeres ordenado por el Primer Magistrado Dr. José P. Guggiari, el Comité Nacional del Partido Liberal se reunió ayer en sesión extraordinaria para considerar la actitud que deberá tomar el Partido frente a los graves acontecimientos provocados por el GOBIERNO DEL REGIMEN.

Se tomó la siguiente Resolución, por aclamación: 1º.- Ponerse de pie en señal de protesta por la masacre de la juventud estudiosa ordenada por el Presidente de la República y sus Ministros, y, en señal de protesta, duelo por las víctimas inocentes caídas ante el plomo homicida.- Lanzar un Manifiesto de Protesta por los acontecimientos de ayer..- Decretar la abstención electoral en vista de la falta de garantías de los derechos ciudadanos bajo el imperio de la SITUACION DE FUERZA EMPLEADA POR EL REGIMEN”. El Comité Nacional lo integraba como Presidente don Eduardo Schaerer, Vicepresidente Dr. Enrique Ayala. Vocales: Policarpo Artaza, Mario Luis de Finis, Lucio Mendonca, Tomás Varela, Mario Uscher, Arturo F. Bordón, Ernesto Velázquez, entre otros. Varios exponentes del liberalismo condenaron el crimen y a sus autores morales y materiales, presentando sus renuncias al Partido, entre los cuales figuraban: Dres. Félix Paiva y Adolfo Aponte, presidente y miembro del Superior Tribunal de Justicia, respectivamente; los Dres. Ricardo Caballero, Victoriano Abente, Luis Ruffinelli, Anselmo Jover Peralta, Roque A. Gaona, Julio Michelagnoli, Inocencio Lezcano, Diosnel Marín y muchos otros. La edición del diario “El Orden” del día 25 de octubre publicó una carta dirigida por los Dres. Carlos R. Centurión, Alejandro Marín Iglesias, Vicente Rivarola Coelho, José Campos Tellez, Juan Guillermo Peroni y Juan Esteban Carrón, al Señor Presidente del Partido Liberal, condenando la masacre y solicitando al Directorio del Partido la condena a los responsables de la barbarie. A su vez, el Partido Colorado, por intermedio del Arq. Tomás Romero Pereira y Dr. Leandro Prieto, Presidente y Secretario, respectivamente, condenó el alevoso crimen cometido por el régimen del Dr. José P. Guggiari, disponiendo la abstención absoluta y desobediencia civil.

Todos sus legisladores titulares y suplentes ante las dos Cámaras del Congreso presentaron renuncia a sus cargos, quedando así el Congreso con la presencia única de los legisladores del liberalismo oficialista, debido a que los pertenecientes al Partido Liberal Unido se adhirieron al repudio generalizado dimitiendo a sus bancas legislativas. Días después, a pedido del presidente Guggiari el Congreso le sometió a juicio político del que resultó absuelto de cargo alguno y se le declaró inocente de los hechos ocurridos. Todos sus juzgadores pertenecían al Partido Liberal oficialista. Los pertenecientes al Partido Colorado y al Partido Liberal Unido ya habían renunciado con anterioridad en repudio al crimen perpetrado. Paralelamente se declaró una violenta persecución contra dirigentes políticos opositores, periodistas y estudiantes. Aunque el presidente Guggiari consiguió eludir su responsabilidad política, sin embargo los acontecimientos del 23 de octubre marcaron el inicio de la decadencia del liberalismo paraguayo.

18- Vernon Jordan

Vernon Eulion Jordan, líder de los derechos civiles , abogado y consejero presidencial, nació en Atlanta, Georgia , el 15 de agosto de 1935. Creció en el sur de Estados Unidos segregado y asistió a la preparatoria David T. Howard, donde se graduó con honores en 1953. . 

Al graduarse, Jordan ingresó a la Universidad DePauw en Greencastle, Indiana , donde él era el único afroamericano de su clase. Un atleta dotado , Jordan sobresalió en el baloncesto hasta su graduación en 1957.

Jordan fue a la escuela de derecho en la Universidad de Howard en Washington, DC , donde obtuvo su título de JD en 1960. Jordan comenzó rápidamente su labor de derechos civiles, uniéndose a la firma de Donald Hollowell en Atlanta. En 1961, la firma ganó una demanda en nombre de Hamilton Holmes y Charlayne Hunter, quienes se convirtieron en los primeros estudiantes negros admitidos en la Universidad de Georgia.  

En 1961, Jordania fue nombrada Secretaria de Campo para el capítulo de Georgia de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) . Aquí, Jordania organizó boicots a empresas locales que se negaron a contratar a afroamericanos, participó en campañas de recaudación de fondos y dirigió campañas masivas de registro de votantes en todo el sur.

En 1964 fue seleccionado para ser Director del Proyecto de Educación de Votantes del Consejo Regional del Sur (SRC) . Como Director, Jordan amplió su trabajo anterior en campañas de registro de votantes a once estados. Una figura nacional emergente de los derechos civiles, Jordania fue seleccionada por el presidente Johnson para incluirla en su influyente Conferencia de Derechos Civiles.

En 1970, Jordan fue nombrado Director del United Negro College Fund , donde ayudó a recaudar $ 10,000,000 para jóvenes afroamericanos desfavorecidos. Luego, de 1972 a 1981, Jordan se desempeñó como Presidente de la National Urban League , donde en un período de nueve años triplicó el presupuesto de la organización. En 1980, mientras estaba en Urban League, lanzó el Estado de Black America Reports, una publicación anual académica que analizaba estadísticamente el progreso económico y social entre los estadounidenses de raza negra.

El 29 de mayo de 1980, Jordan recibió un disparo de bala de francotirador en Fort Wayne, Indiana. El supremacista blanco Joseph Paul Franklin fue acusado del crimen. Al declararse inocente, Franklin fue absuelto, pero luego fue admitido al intento de asesinato y al asesinato de muchos otros estadounidenses de raza negra. Mientras estuvo en el hospital, Jordania recibió la visita del presidente Carter, un evento que se convirtió en la primera noticia que apareció en lo que entonces era la nueva Red de Noticias de Cable (CNN).  

Tras su recuperación, Jordan renunció a la Liga Urbana, y asumió el cargo de asesor legal de la firma de Akin, Gump, Strauss, Hauer y Feld en Washington, DC. Mientras estuvo allí, Jordania se llevó muchos clientes importantes, incluido el gobernador de Arkansas , Bill Clinton. En 1992, el presidente electo Clinton eligió a Jordania para dirigir su equipo de transición. Más tarde, Jordania se desempeñó como asesor del presidente Clinton, convirtiéndose en uno de sus amigos más cercanos y aliados políticos. En 1999, Jordan declaró ante el Congreso durante el juicio de destitución del presidente Clinton por el escándalo de Monica Lewinsky.

Jordan es autor de dos libros: su autobiografía Vernon Can Read: A Memoir (2001), y Make It Plain: Stand Up and Speaking Out (2008). Sus numerosos premios incluyen el Premio Alexis de Tocqueville en 1977, la Medalla de Distinción Barnard en 1983 y el prestigioso Premio Spingarn de la NAACP en 2001. Actualmente es miembro vitalicio del Consejo de Relaciones Exteriores.

Desde el 2000, Jordan se ha desempeñado como Director Ejecutivo Senior de la firma de banca de inversión Lazard Freres & Co. LLC. Vernon Jordan actualmente reside en Washington, DC con su esposa y cuatro hijos.

El Tomate ¿Hortaliza o Fruta?

Cuando la guerra civil de Estados unidos interrumpió el comercio interno de los agricultores locales, los norteños comenzaron a importar frutas y verduras de otros países de la región, uno de estos productos era el tomate. Después de que la guerra terminara, los cultivadores del Sur querían recuperar su negocio y presionaron al gobierno federal para que diera un arancel a las importaciones de hortalizas y, en 1883, el Congreso de Estados Unidos cumplió con ese pedido.

En 1883, el Congreso de Estados Unidos impuso un impuesto del diez por ciento ad valorem a las hortalizas importadas. En esta categoría de “hortalizas importadas”, según la época, la duda era si el tomate es una fruta o una hortaliza. Concretamente, exento del derecho de importación del 10% Frutas, verdes, maduras o secas.

La firma importadora JOHN NIX AND COMPANY de Nueva York era una de las principales importadoras en aquel entonces, y su principal producto era el incomprendido TOMATE. Es esta empresa la que entabla una demanda para no pagar impuestas sobre el tomate, puesto que consideraban una fruta.

                                       PRUEBAS EN EL JUICIO
Durante el Juicio, los abogados de JOHN NIX AND COMPANY utilizaron definiciones del diccionario sobre "frutas" y "verduras” como prueba. La principal diferencia que encontraban para demostrar que el tomate es una fruta es que contiene semillas. 
Por su parte, en los Abogados que representaban al Estado, argumentaban que el guisante, berenjena, pepino, calabaza y pimienta contienen semillas pero son popularmente considerados como vegetales.

                                             DECISIÓN FINAL
La Corte de Justicia decidió al final que el tomate se sirve durante el almuerzo o la cena como ensalada, o acompañando a las comidas, mientras las frutas se sirven como postres por el hecho de ser dulces… Entonces, la Justicia de Estados Unidos sentó el precedente que el tomate es una verdura, no una fruta…

"Botánicamente hablando el tomate es un fruto, al igual que son pepinos, calabazas, frijoles y guisantes; pero en el conocimiento común de la gente, todos estos son verduras, que se cultivan en huertas, y se sirven generalmente en la cena, con o después de la sopa, pescado o carnes ... y no como frutas generalmente como postre”; resolvió la Justicia estadounidense. 

Sabías que el Símbolo del Dolar es Español?

El 2 de abril de 1792, el Congreso de los Estados Unidos aprobó el Acta de Acuñación por el que se creaba la Casa de la Moneda de Filadelfia –Philadelphia Mint– órgano federal encargado de acuñar, distribuir y custodiar los dólares.

Las primeras monedas –11.178 monedas de cobre– se pusieron en circulación apenas un año después, en marzo de 1793, bajo la supervisión del científico David Rittenhouse. Según la tradición, se cree que George Washington, primer presidente de los EE.UU., donó lingotes de plata de su propia fortuna personal a la Philadelphia Mint, situada a pocas manzanas de su residencia, para acuñar los primeros dólares de plata. Actualmente, la Casa de la Moneda emite entre 11 y 20 billones de monedas al año.

En cuanto a su conocida denominación, parece que el término inglés dollar es una evolución del alemán thaler, nombre con el que se conocía a una moneda grande de plata que circuló por Europa Central a finales de la Baja Edad Media. Lo más sorprendente es que el signo con el que habitualmente se designa a esta moneda  $, la doble barra sobre una letra ese mayúscula– es de origen español.

A lo largo de la historia, el escudo oficial de España ha sufrido numerosas variaciones pero, básicamente, podemos hablar de cuatro cuarteles con un castillo y un león rampante que representan a la antigua Corona de Castilla y León; cuatro palos de gules en fondo dorado, por el Reino de Aragón, y una cadena de oro con esmeralda, por el Reyno de Navarra; así mismo, incluye una granada abierta en la punta, símbolo del reino nazarí conquistado en 1492; las flores de lis, emblema de los Borbones; la Corona Real y dos columnas con el lema Plus Ultra.

Ahí tenemos el origen de la representación del dólar.

Las dos columnas de Hércules que rodean el escudo español son una alegoría de los trabajos de este héroe mitológico griego: El hijo de Zeus abrió la salida al océano del Mediterráneo en el estrecho de Gibraltar y situó allí las columnas que señalaban el fin del mundo. Por ese motivo, cuando Colón descubrió América y, en los siglos posteriores, España se convirtió en un Imperio donde nunca se ponía el sol, se añadió el lema Plus Ultra (más allá) como metáfora de que España había llegado más lejos del Viejo Continente y se colocaron dos coronas más sobre cada columna representando las dos orillas del Atlántico: Europa y América.
Convertida en una potencia, las monedas de plata españolas simplificaron el escudo grabando sólo las dos columnas unidas por una guirnalda en forma de ese con el lema Plus Ultra; monedas que se utilizaron en todo el mundo, convirtiendo aquel reverso de los reales españoles en el emblema del dinero por antonomasia.

Cuando, a finales del siglo XVIII, las 13 colonias de la costa Este norteamericana se independizaron de Inglaterra, el nuevo Gobierno de los Estados Unidos adoptó aquel símbolo, estilizándolo, como representación de su propia moneda: el dólar.

10 Datos Curiosos en el Mundo Jurídico

El día de hoy te presentamos 10 curiosidades sobre la carrera de derecho u abogacía, muchas veces creemos saber todo sobre nuestra carrera, pero quizá con esto te sorprendas bastante.

1- El Primer Abogado en el Mundo

Se dice que Pericles (495 a.c. – 429 a.c.) fue el primer abogado del mundo, si bien es cierto, fue un estadista y militar, sin embargo lo que realmente lo llevó a conseguir esa denominación eran sus habilidades en la oratoria.


Recordemos que en los tiempos de Pericles, los juicios eran claramente orales y las partes debían defenderse de forma personal, sin un asesoramiento legal, sin embargo, estaban autorizados para acompañarse de un amigo o pariente que de manera secundaria podía intervenir en el juicio, fue ahí donde este notable militar fue adquiriendo popularidad entre sus amigos y las ciudades cercanas de Atenas, donde con su gran oratoria logró conseguir ganar varios juicios que en la época fueron bastante populares.


2- La Primera Abogada en Obtener un Doctorado en el Mundo

Sarmiza Bilcescu (1867 – 1935) de nacionalidad Rumana, tiene dos logros importantes, es considerada la primera mujer en Europa en obtener la licencia en Derecho por la Universidad de Paris y posteriormente, la primera mujer en conseguir un doctorado en derecho con la tesis doctoral “Sobre la condición jurídica de la madre”, que hacía mención sobre los derechos de las mujeres casi nulos, específicamente sobre las madres.

Durante su vida luchó por defender el derecho a la educación de las niñas y niños de su país natal (especialmente los niños de comunidades rurales) a través de becas. En 1915, puso en marcha diversas campañas para promover la educación superior a las mujeres y fundó la “Sociedad Rumana de Señoritas” para promover los valores de la educación y educación igualitaria.


3- El Primer Jurista Legislador en el Mundo

Sabemos que la India fue la primera civilización y cultura que logró codificar las normas jurídicas perfectamente.

Cinco siglos antes de Jesucristo, surge el primer codificador en el mundo llamado Manú, cuyos trabajos como codificador son los más precisos en sus tiempos, su objetivo fue plasmar en sus leyes, una recopilación exacta de los usos ancestrales, en forma ordenada a través de libros y versículos.

Algunas leyes expuestas por este jurisconsulto fueron:
«Piensa bien antes de actuar, habla de acuerdo con la verdad, mira por dónde caminas y filtra el agua que has de beber» (6.46).

«Uno debe saber que son puros las moscas, las gotas de agua, las sombras, una vaca, un caballo, los rayos del sol, el polvo, la tierra, el aire y el fuego» (5.133).

4- Edad Mínima para Ejercer la Abogacía en la Antigua Roma



La edad mínima en la antigua roma para ejercer la abogacía era de 17 años, sin embargo Justiniano determinó que debía estudiarse el derecho por no menos de cinco años.





5- La Primera Escuela de Derecho en América

La primera escuela de derecho que se conoce es el llamado Calmecac, que se encontrada en la antigua Ciudad de México, en donde a los nobles y adinerados jóvenes, se les instruía en cultura general y posteriormente en las Leyes aplicables a diversos actos en la vida diaria.

Sabemos por estudios del Lic. Alfonso Toro en su libro “Historia de la Suprema Corte de la Nación” que las partes de un juicio se podían acompañar y aconsejar de patronos llamados Tepantlatoani, quienes hablaban en favor de sus clientes, obviamente esta profesión era remunerada desde aquellos tiempos.

6- El Torito

En México, el Torito es el lugar más temido para los fiesteros que buscan seguir el “after” el mayor tiempo posible, es decir, es el lugar a donde llevan a todos los trasnochados por haber ingerido un mayor porcentaje de bebidas alcohólicas que el permitido, y ahí pagarán como sanción administrativa de sus actos una pena que puede ir desde las 12 horas hasta 72 horas ( a veces más, a veces menos).

Regresando al tema, en el siglo XVI la civilización azteca ya contaba con un número amplio de delitos y castigos por el actuar de sus ciudadanos, la embriaguez en público fue severamente censurada en los Códices Mendocino, Florentino y Telleriano-Remensis, donde explican el tratamiento que recibían los individuos que abusaban del alcohol.

El Consumo desmedido conducía a la comisión de otros ilícitos, por lo que entre algunas sanciones eran las siguientes:

A.- BORRACHOS ESCANDALOSOS: Eran tranquilizados en las plazas principales.

B.- BEBEDORES HABITUALES: Podían tener como castigo el derrumbe de sus hogares y eran inhabilitados para cargos públicos.

C.- MUERTE PARA ALTOS FUNCIONARIOS: Los estudiosos que acudían al Calmecac, la mujer moza, el sacerdote y altos funcionarios eran sancionados de esta forma.

Como nota interesante, sólo los ancianos de ambos sexos podían ingerir las bebidas alcohólicas cuando lo decidieran, pues eran considerados individuos que ya habían cumplido sus obligaciones sociales.

7- Primer Abogado Abiertamente Gay de la Historia
Karl Heinrich Ulrichs (1825 – 1895) es considerado el primer gran activista gay, de origen alemán, publicó entre 1864 y 1865 bajo el seudónimo de “Numa Numantius”, cinco panfletos con el nombre de “Forschungen über das Räthsel der mannmännlichen Liebe” o Estudios sobre el enigma del amor del hombre por el hombre, quien defendía la teoría del tercer sexo, es decir, un alma de mujer en cuerpo de hombre, sus estudios sirvieron como antecedente para el estudio de sexólogos importantes como Krafft-Ebing.

8- La Persona con Cédula Profesional mas Joven del Mundo

Como bien sabemos el derecho es una carrera que en un promedio dura entre 4 a 6 años dependiendo del país de donde seas, sin embargo, posteriormente a ello, debes presentar algún examen para poder obtener tu licencia o cédula profesional que te faculte ejercer la carrera.

En países de la common law, como es el caso de Estados Unidos de América y Gran Bretaña, los abogados deben pasar un examen llamado “bar exam” y posteriormente si lo aprueban, podrán ejercer la carrera de abogados, obviamente no es un examen sencillo, pues la edad media de quienes lo presentan es de 27 años.

Sin embargo Stephen Baccus, con tan solo 17 años pudo aprobar dicho examen, y no solo eso, este joven es el abogado más joven en la historia moderna de Estados Unidos en obtener el grado de Licenciado en Derecho.

9- Abogado mas Caro del Mundo



Su nombre es Wichai Thongthan es uno de los abogados más ricos del mundo y por consiguiente de los más caros para contratar sus servicios, actualmente tiene 69 años de edad, de nacionalidad tailandés, entre sus clientes desfilan el primer ministro de Tailandia Thaksin Shinawatra, consejero de compañías como la Bangkok Dusit Medical, su patrimonio de 860 millones de euros, lo ha llevado a desfilar las filas de entre los 20 hombres con mayores fortunas de Tailandia según la revista Forbes.




10- El Abogado más Odiado de la Historia

Su nombre es Benjamin Brafman, es un abogado de nacionalidad estadounidense, actualmente tiene 69 años y es fundador de la firma de abogados Brafman & Associates, P.C.

Quizá te preguntas qué puede hacer un abogado para convertirse en el más odiado de la historia, la respuesta está en el tipo de clientes que tiene, tal el caso de Dominique Strauss-Kahn, en 2011, quien fuese el director del FMI, acusado de agresión sexual en Nueva York.

Sin embargo, lo que lo lleva a estar en el primer lugar no es este cliente si no Martin Shkreli, ¿no lo recuerdas?, fue el empresario que de la noche a la mañana decidió aumentar el precio de un medicamento en un 5000%, obviamente este hombre logró el título del “hombre más odiado de los Estados Unidos”, quien además es acusado de malversaciones, fraude accionario, bancario y conspiración, podría ser condenado hasta por 20 años de cárcel según la oficina fiscal federal de Brooklyn.

19- Bill Clinton

William Jefferson Clinton, Político norteamericano quién fue el 42º presidente de los Estados Unidos (1993-2000). Se formó como abogado en las universidades de Washington (Georgetown), Oxford y Yale; en esta última conoció a Hillary Rodham, con quien se casó en 1975. Entró en la política activa desde 1972 de la mano del Partido Demócrata, para el que trabajó en las campañas electorales de George McGovern y Jimmy Carter. Tras adquirir popularidad en su Estado natal como fiscal general, fue elegido gobernador en 1978; perdió las elecciones de 1980, pero volvió a ganar las de 1982, 1984 y 1986.
Tras graduarse, comenzó su maratónica carrera política que lo llevó a ser presidente de Estados Unidos en dos periodos entre 1993 y 2001. Se retiró con un 76% de imagen positiva, la más alta desde la Segunda Guerra Mundial.
Su esposa Hillary Clinton, perdió las últimas elecciones presidenciales ante Donald Trump, Bill cobró gran fama mundial por su estilo descontracturado y su carisma.

Durante sus mandatos, la economía norteamericana creció considerablemente y era normal verlo en situaciones divertidas junto con otros líderes mundiales.
Pero sin dudas los escándalos durante su segundo mandato en la Casa Blanca le dieron mayor fama mundial.
Los problemas comenzaron a salir a la luz cuando la becaria Monica Lewinsky admitió haber tenido relaciones sexuales con el presidente en su despacho.

Fue sometido a un proceso de destitución por abuso de poder y obstrucción a la labor de justicia, del cual salió airoso en 1998 luego de que el Congreso vetara el juicio.
Clinton reconoció haber tenido “comportamiento físico impropio” pero negó fervientemente haber cometido algún delito siendo presidente. En ese mismo año, 1998, ordenó el bombardeo de Irak.

Clinton dio un giro conservador a su política, con medidas como el recorte de las ayudas sociales o el endurecimiento del bloqueo a la Cuba de Fidel Castro (1996). Consiguió así recuperar su popularidad, superando toda una serie de acusaciones personales que se le lanzaron desde su primera campaña presidencial (desde haber consumido drogas, haber eludido el servicio militar o haber sido infiel a su esposa, hasta haber manipulado a la Justicia para encubrir sus manejos inmobiliarios en el caso Whitewater). Logró así la reelección para un segundo mandato en 1996; pero las acusaciones de acoso sexual lanzadas desde la extrema derecha reaparecieron y pusieron a Clinton en graves aprietos.

Existe un largo repertorio de obras culturales que retratan su vida y sus affaires, entre ellas se destaca Primary Colors, que narra su primera campaña presidencial durante 1992.

Abogados mas Reconocido de la Historia

En este blog dedicaremos un espacio para los abogados mas famosos de la historia, algunos reconocidos por sus logros y otros por su vida extraprofesional o escandalosa. Como dice un refrán "Hecha la ley, hecha la trampa" pues la historia esta repleta de reglas y delitos. El hombre desde su existencia vive acompañada de la justicia y los protagonistas principales de estas son los abogados.

Responsables de la defensa jurídica, los abogados están presentes en el mundo ocupando un rol preponderante para los derechos de todos los seres humanos.

En su decálogo de los “Mandamientos del Abogado”, el jurista uruguayo Eduardo Couture establecía: amar la profesión, estudiar para mantenerse actualizado, luchar, olvidar el rencor, pensar, ser leal, tener fe y paciencia, ser tolerante y trabajar.

Hubo abogados a lo largo de toda la historia, muchos de ellos llegaron a ocupar la presidencia de los países más importantes del mundo, a ser líderes sociales, a gobernar las principales instituciones del planeta y hasta a ser estrellas del show business.

Hay que remontarse hasta las antiguas Roma y Grecia para ver a los primeros abogados en acción. En el año 106 a.C, Marco Tulio Cicerón fue uno de los primeros en marcar la profesión, con un estilo innovador y vehemente.

“Si no hubiese gente mala, no habría buenos abogados”, dijo Charles Dickens para definir de alguna manera la tarea de estos profesionales de la ley.

Algunos proverbios los consideran malos vecinos y los comparan con los pintores, por ser los únicos capaces de cambiar algo de blanco a negro. Lo cierto es que un buen abogado, muchas veces es necesario.

A modo de ir recordando a estos grandes Abogados iremos publicando una pequeña reseña cada semana de 19 Abogados mas reconocidos de la historia.


La Caida de los Dioses (David Soler)



El 21 de junio de 1940, cuando Francia capituló en Compiègne, Hitler había ganado la guerra. Aparte del territorio del Reich, dominaba Noruega, Polonia, Checoslovaquia, Países Bajos, Bélgica y Francia. Era aliado de Italia y tenía relaciones muy amistosas con Franco, que le debía la victoria en la guerra civil. Se aprestaba a establecer pactos o a ocupar Finlandia, Dinamarca, Rumanía, Hungría, Bulgaria, Croacia...
Además, mediante un tratado, se había repartido Polonia con Stalin, y el III Reich recibía de la URSS todo tipo de materias primas. Disponía de un territorio con enormes reservas humanas, industriales, económicas, agrícolas y mineras, que colaboraría más o menos forzadamente con el esfuerzo militar alemán.

Se ha reiterado que la «pequeña Alemania» sucumbió aplastada por el peso de la mitad de las naciones del mundo. Y eso es verdad sólo a partir de finales de 1941. Antes no. Con la forja de un poderosísimo partido y la remilitarización del país, Hitler había devuelto a Alemania su lugar perdido entre las naciones europeas.
Por tanto, ¿por qué el III Reich sufrió la más espantosa de las mortandades y destrucciones?

La Ley del Silencio (1954)

En 1952, Elia Kazan declaraba ante el Comité de Actividades Anti-Americanas. Su delación de compañeros de oficio que militaban en el partido Comunista en Estados Unidos le valió la marginación de una gran parte del sector cinematográfico. La denominada “Caza de brujas” iniciada por el senador McArthy se llevó a muchos buenos cineastas por el camino y otros muchos cayeron en desgracia. Una vez pasado el furor persecutorio hacia el comunismo en Norteamérica, empezó a salir a la luz los delatores; Kazan integraba ese grupo de célebres traidores a la causa ya que él también militó casi dos años en el partido Comunista. A partir de ello, allá por los años 60 Kazan cae en desgracia. Sólo un dato, a partir de ello, el cineasta de origen turco solo realizó cinco films en 40 años. Pero antes de ello realizó un magnífico trabajo con sus films. Sobretodo esa década prodigiosa que fue para él, los 50. Un tranvía llamado deseo (A streetcar named desire, 1951), Viva Zapata! (1952), La ley del silencio (On the waterfront, 1954) o Al este del Edén (East of Eden, 1955) son claros ejemplos de ello.


La ley del silencio nos ofrece una visión realista de los muelles. El argumento es el siguiente: La vida de los estibadores de los muelles neoyorquinos es controlada por un mafioso llamado Johnny Friendly. Terry Malloy es un ex-boxeador que trabaja para él y ha sido testigo y autor indirecto de alguna de sus fechorías. Cuando conoce a Edie Doyle, hermana de una víctima de Friendly, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva a arrepentirse de su vida pasada. A través de Edie conoce al padre Barrie, quien le anima para que acuda a los tribunales y cuente todo lo que sabe.

El relato que nos cuenta Kazan está rodeado de unos escenarios exteriores cercanos a los muelles de Brooklyn e incluso es habitual en el film ver como extras a descargadores del muelle o a mendigos. También en los papeles de guardaespaldas o “gorilas” de los extorsionadores trabajaron boxeadores profesionales de la época. Este film nos habla sobre la delación y el dilema que tiene el protagonista, Brando, en decidir que es lo correcto si silenciarse o hablar. El Terry Malloy de Brando y la Edie Doyle de Eva Marie Saint son dos seres que intentan sobrevivir al desarraigo, al fracaso, y a la desesperación. Como alguien dijo su amor nace de dos soledades compartidas que crece en un medio hostil, y que camina hacia la toma de conciencia de él y al perdón, a través del amor, de ella.

Más allá de la bajeza intelectual que supone convertir en la película a los comunistas que él denunció en los inmorales hampones a los que se enfrenta Marlon Brando estamos ante una obra lírica y terrible. Cima de la maestría narrativa del autor, además de un sórdido y asfixiante retrato de personajes al límite. Kazan con su magistral dirección nos ofrece una extraordinaria película que se sustenta en la fuerza de la historia, basada en un hecho real, en un excelente guión, y en una extraordinaria dirección de actores, todos ellos maravillosos, recompensada con nominaciones a los Oscar para Lee J. Coob, Rod Steiger y Karl Malden, y con la estatuilla para Eva Marie Saint (actriz secundaria) -en su brillante debut en el cine- y para Marlon Brando (actor principal) como justo premio a la que probablemente sea una de las mejores interpretaciónes que actor alguno haya plasmado en una pantalla de cine. Algunas de las secuencias pudorosamente intimistas entre Brando y Eva Marie Saint en las que el actor alcanza niveles insuperables son suficiente argumento para corroborar tal afirmación

Como curiosidad, este film está preservado en el archivo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América.


Film duro, de una tensión dramática implacable, sin embargo no renuncia a momentos bellísimos de un lirismo arrebatador. A caballo entre el film de denuncia y el melodrama social. La brillante fotografía en blanco y negro de B. Kaufmann y la espléndida partitura de Leonard Bernstein, colaboran a hacer de “La ley del silencio” una obra maestra incontestable del cine. Un clásico a reivindicar.

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El Joven Lincoln Pelicula de John Ford con Henry Fonda

Hoy les quiero recomendar un film que todo abogado debe conocer, les hablo del Joven Lincoln. Cuando se estrenó El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, John Ford, 1939), algunos críticos señalaron la influencia de F. W. Murnau en la caracterización del carismático decimosexto presidente de los Estados Unidos, señalando analogías con el aspecto de Max Schreck en su papel de Nosferatu. Al igual que Schreck, Henry Fonda mostraba un rostro afilado y repleto de sombras. Su sombrero de copa acentuaba su altura, imprimiendo a su silueta un aire espectral, casi sobrenatural. Su mirada enfebrecida, la seriedad de su semblante y su pausada forma de andar evocaban vagamente las fantasmales apariciones de Nosferatu, sobrenombre del conde Orlok. John Ford siempre escatimó los elogios. Su malhumor a veces desembocaba en la violencia física y verbal, adquiriendo tintes de crueldad. Se dice que su temperamento se parecía al del Doc Holliday de Pasión de los fuertes (My Darling Clementine, 1946), interpretado por Victor Mature, con su alcoholismo, sus arrebatos de cólera, sus reacciones imprevisibles y su inestabilidad neurótica. Sin embargo, Ford manifestó públicamente su admiración por Murnau, dedicando toda clase de elogios a Amanecer (Sunrise. A Song of Two Humans, 1922), una obra que situaba al cine en el plano de la creación artística. Ignoro si se basó en el tratamiento dispensado por Murnau al personaje de Nosferatu, pero es indudable que su recreación visual de Lincoln produce cierta inquietud. No tanto por el horror como por el ensimismamiento y la melancolía. En esas fechas, Lincoln se debatía con la tristeza provocada por la muerte de su madre, su hermana y su primer amor, Ann Rutledge. De hecho, esas pérdidas marcaron su carácter, provocándole agudas tendencias depresivas contrarrestadas por cuadros de euforia. La muerte de Ann por fiebre tifoidea le hizo enloquecer. Vagaba por los bosques, rehuyendo toda compañía. A menudo visitaba la tumba de su prometida y hablaba abiertamente del suicidio, sin separarse de una escopeta que lo acompañaba en sus excursiones hacia ninguna parte. Algunos historiadores han planteado la hipótesis de un Lincoln afectado desde muy pronto por las oscilaciones de un desorden bipolar.

John Ford no baja a los abismos interiores de Lincoln, pero sí refleja su tendencia su tendencia a la tristeza y su enorme ambición. La película comienza con un poema de Rosemary Benét, que fantasea sobre un hipotético regreso a la vida de Nancy Hanks, la madre que Abraham perdió a los nueve años. La breve pieza lírica encadena preguntas sobre el pequeño Abe: «¿Creció mucho? ¿Se divirtió? ¿Aprendió a leer? ¿Viajó a la ciudad? ¿Progresó en la vida?» Hay un eco trágico en esas interrogaciones, que expresan la perspectiva de una mujer sencilla, incapaz de predecir el brillante porvenir de su hijo. Autodidacta, escéptico en materia religiosa, y con escasas –pero notables− lecturas (Shakespeare, Emerson, la Biblia), el joven Lincoln destacó enseguida por su elocuencia y su sentido del humor. Ford nos lo presenta en New Salem (Massachusetts) bajo un porche, sosteniendo un tablón entre sus largas piernas e improvisando un pequeño discurso como candidato del partido whig estadounidense. Su forma de pedir el voto transmite sencillez y honestidad. No sabe qué hacer con sus largos brazos, lleva camisa y tirantes, evita las frases grandilocuentes y no se atribuye grandes méritos: «Sabéis de sobra quién soy. Simplemente, Abraham Lincoln». Apunta que sus «ideas políticas son escuetas, ligeras, como la danza de un anciano». Se declara partidario de una banca nacional, de una serie de reformas internas y de un generoso margen de Seguridad Social: «Si me elegís me quedaré muy agradecido. Y si no, tan amigos como antes». Un niño y una niña lo escuchan sonrientes, intercambiando miradas de complicidad. Su actitud sugiere que el joven Lincoln es afable, afectuoso, directo y hábil para ganarse el afecto ajeno. Cuando se acerca a hablar con una familia de granjeros que viajan en un carromato, el niño que lo escuchaba sigue sus pasos, imitando vagamente su forma desgarbada de caminar, efecto de una acromegalia que le hizo crecer hasta bordear los dos metros. Abe y su amigo Barry son propietarios de una tienda con toda clase de artículos. La familia, compuesta por un matrimonio y dos niños, necesita franela, pero carece de dinero. Sólo posee un viejo barril con libros. La cara de Lincoln se ilumina al oírlo, invitándoles a coger lo que necesiten, mientras extrae los Comentarios sobre las leyes de Inglaterra, del célebre jurista William Blackstone, que influirían decisivamente en la Constitución de los Estados Unidos de América. «Leyes», exclama Lincoln, observando que el libro conserva los pliegues cerrados. Es un ejemplar intonso, que jamás ha sido leído. «¿Le servirá de algo?», le pregunta la mujer del granjero. «Supongo que sacaría algo en limpio si me lo propusiera», responde Lincoln, exteriorizado una ambición contenida por una elegancia natural, que elude tanto el artificio como el alarde.

Lincoln lee el libro en las orillas del río Sacramento, con las piernas alzadas y apoyadas en un viejo árbol ennegrecido por la fría luz del invierno, mientras su cabeza reposa en un tronco. Peter Fonda señaló que su padre era aficionado a jugar con sus piernas, realizando equilibrios y piruetas desde una silla inclinada. John Ford explota ese gesto, que imprime en el joven Lincoln cierta extravagancia y un discreto individualismo. «Lo justo y lo injusto. A eso se reduce todo», murmura el futuro presidente. Ann Rutledge (Pauline Moore) interrumpe sus cavilaciones, preguntándole por qué lee en esa postura. «Cuando estoy de pie, mi mente se tumba, y, cuando estoy tumbado, mi mente está de pie, suponiendo que tenga una mente», se excusa con humor. Comienzan a pasear y Lincoln parece más fascinado por el río que por su compañía femenina. «Te pasas el día observando», comenta Ann. «Mi cerebro salta y se inquieta a menudo, y debo tranquilizarlo», responde. Pasean seguidos por la cámara, que les filma con una maltrecha valla en medio. Avanzan con las aguas, suavemente, bañados por una luz algodonosa, con aspecto de ensoñación mítica. Cuando Ann comienza a halagar su inteligencia y su sentido cómico con palabras de su padre, el señor Rutledge, Lincoln se quita méritos: «Me parezco a un viejo caballo al que tratan de vender, todo huesos y pellejo. Sin defectos y sin facultades». Ann menciona su gran ambición, a veces escondida por su aparente humildad, y le anima a estudiar en la universidad. Abe observa a Ann y elogia sinceramente su belleza. Ella responde que a muchos chicos no les gusta su pelo rojo. Lincoln contesta que a él le encanta. Ford utiliza un plano medio levemente contrapicado para mostrar su vulnerabilidad, su temor a las pérdidas. Su mirada expresa enamoramiento, pero también fatalismo. La secuencia está impregnada de desesperación romántica, con un árbol inclinando sus ramas florecidas sobre las aguas tranquilas del río. Ann desaparece de la escena por la izquierda de la pantalla, adentrándose en las sombras. Se detiene un instante, casi como si quisiera dejar una imagen para el recuerdo. Se presiente su prematura muerte. De espaldas, Lincoln arroja una piedra al río, formando ondas que insinúan el paso del tiempo. Poco después, gracias a una hermosa elipsis, el río baja con trozos de hielo flotando sobre superficie y los árboles han perdido sus hojas y flores. Lincoln se acerca a la tumba de Ann, situada en la ribera del río. Casi podría ser el mismo lugar donde hablaron tiempo atrás del futuro. Lincoln lleva unas flores. El invierno se acaba, el hielo se rompe y la primavera comienza a despuntar. Ford logra una atmósfera muy emotiva con un breve diálogo entre Abe y su novia fallecida. Ya había utilizado este recurso en El juez Priest (Judge Priest, 1934) y lo empleará de nuevo en La legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949), donde el capitán Nathan Brittles (John Wayne) habla con su esposa difunta mientras riega con una calabaza las flores plantadas al pie de su tumba. Lincoln se plantea estudiar leyes, como Ann deseaba, pero dejará decidir al azar. No empleará una moneda, sino una rama, que se inclinará a favor del derecho. Abe no se engaña. Sabe que la ha empujado levemente. Su ambición casi parece un destino.

Lincoln se instalará en Springfield, donde ejercerá la abogacía con un socio de más experiencia. Corre el año 1837. Su entrada en la ciudad no es nada gloriosa. Montado en un pollino y con botas de campesino, lleva un sombrero de copa. Un grupo de ancianos, que ya lo conoce, bromea sobre su incipiente carrera, pero no tardará en revelarse como un hábil litigante y, sobre todo, un eficaz mediador, capaz de llegar a acuerdos extrajudiciales mediante el humor, los argumentos consistentes y, si hace falta, una persuasión poco ortodoxa. Ford escoge el tono de comedia para narrar sus andanzas, jugando con el físico de Fonda. Sus largas piernas se estiran sobre una mesa, se encogen para sentarse en el suelo o se mueven torpemente durante un baile de salón. Su rostro amable y guasón se ensombrece a ratos, insinuando que en su interior se desencadenan tormentas, con emociones incontrolables. Durante el desfile del Día de la Independencia, conoce a su futura esposa, Mary Todd (Marjorie Weaver), que acompaña al pomposo Stephen A. Douglas (Milburn Stone), contrincante político de Lincoln. Ford no muestra ningún indicio o premonición de los fuertes desequilibrios psíquicos que sufriría Mary Todd tras perder a dos de sus cuatro hijos. Su inestabilidad se agravaría con el asesinato de su marido, llegando a ser ingresada en una clínica psiquiátrica durante tres meses por su hijo mayor, alarmado por su conducta excéntrica y autodestructiva. Ford pasa por alto estas cuestiones. Prefiere recrear a una joven sonriente, que observa con amor y devoción al joven abogado. Lincoln está enamorado, pero cuando salen juntos al balcón de una mansión en la que se celebra un baile de sociedad, se queda hipnotizado por un lago que evoca el río de las primeras escenas. De nuevo, la mujer a la que ama se retira discretamente del plano, pero esta vez se sienta a sus espaldas, observándolo con asombro. La cámara recorta la figura de Lincoln desde un plano contrapicado que destaca su misión histórica y su carácter soñador.

Durante los festejos del Día de la Independencia, actúa como juez en un concurso de tartas, se alza como ganador en una competición de cortar troncos y hace trampas en el juego de la soga entre dos equipos, atando la cuerda a un carro arrastrado por una mula. Es honesto, pero explota el ingenio y la picaresca. Su talento para influir en las multitudes se revelará al frenar un linchamiento. La familia que intercambió los Comentarios de Blackstone por algo de franela se ha acercado a las fiestas de Springfield. Abigail Clay (Alice Brady) se ha quedado viuda y sus hijos ya son hombres. Matt (Richard Cromwell) se ha casado con Sarah (Arleen Whelan) y tiene un bebé. Adam (Eddie Quillan) está prometido con Carrie Sue (Judith Dickens). John Palmer Cass (Ward Bond) y Scrub White (Fred Kohler Jr.), dos matones que trabajan como ayudantes del sheriff, molestan a Sarah y Carrie Sue hasta provocar una violenta pelea. Matt y Adam son acusados de matar a puñaladas a Scrub White. Tras ser detenidos, la multitud intenta asaltar la cárcel local para lincharlos, pero Lincoln evita la tragedia. Primero, utilizando su descomunal fuerza; después, con su elocuencia, salpicada de ocurrencias e inspiradas reflexiones: «Uno llega a perder la cabeza en momentos así. Juntos hacemos cosas que nos avergonzaría hacer a solas. Por ejemplo, allí tenemos a Jeremiah Carter. Os aseguro que en todo Springfield no hay un hombre más honrado y temeroso de Dios que él. Y no me sorprendería que, cuando llegase a su casa, cogiera cierto libro y lo leyera. Tal vez lo abra por donde se dicen estas palabras: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos hallarán misericordia”». Lincoln se encarga de la defensa de los acusados. En una escena tan emotiva como el paseo con Ann Rutledge, visita su humilde granja de madera y con el suelo de tierra. Abigail le recuerda a su madre, Sarah a Ann, y Carrie Sue a su hermana, las tres fallecidas. En un ambiente marcado por la pena y el miedo, Lincoln encarna la figura paterna, dispuesta a proporcionar protección y cobijo. Durante el juicio, interrumpe al fiscal (John Felder) cuando éste ofrece a Abigail revelar cuál de sus hijos mató a Scrub, salvando de la horca al otro. La madre se niega entre sollozos, mientras el fiscal le advierte que puede ser detenida por encubrimiento. «Basta ya», exclama Lincoln, con una autoridad aplastante que deja enmudecida a la sala. «No sé mucho de leyes, pero sé lo que está bien y lo que está mal. Y sé que lo que usted pregunta está mal». Dirigiéndose al juez Herbert Bell (Spencer Charters), le recuerda que sólo es una sencilla mujer del campo: «Yo he visto a Abigail Clay tan sólo tres veces en mi vida, caballeros, y sin embargo sé todo lo que hay que saber sobre ella. La conozco bien porque he visto a cientos de mujeres iguales, trabajando en los campos, en las cocinas, cuidando sin desmayo de algún hijo enfermo. Mujeres que hablan poco y hacen mucho. Que no piden nada y lo dan todo».

La argumentación de Lincoln sigue la línea de los Comentarios de Blackstone. Todo se reduce a saber lo que está bien y lo que está mal, defendiendo lo justo en toda ocasión. Su elogio de Abigail Clay resume la esencia del cine de John Ford: un universo aparentemente masculino, pero con valores femeninos, como el hogar, la familia, la comunidad, los afectos, la tradición. Se trata de una visión de la mujer de otra época, que hoy podría ser despachada como machismo, pero que exalta el papel de la condición femenina como fuente de cohesión social. La noche anterior al veredicto, Lincoln concibe una audaz estrategia que exculpará a sus clientes y revelará la identidad del verdadero asesino. Se prepara con las piernas en alto, tocando un birimbao, con la mirada aparentemente perdida en el techo. El juez lo visita y le sugiere que acepte un trato, pero Lincoln se niega, alegando que «no es de los que abandonan a los caballos en mitad de la corriente». El arma secreta de Lincoln es el almanaque del granjero, que desmonta el testimonio incriminatorio de John Palmer Cass, según el cual había luna llena y vio claramente lo que sucedió. Sin embargo, esa noche la luna se hallaba en su primer cuarto y se ocultó hacia las diez, cuarenta minutos antes del crimen. Ambos hermanos se declararon culpables para salvarse entre sí y su madre creyó su versión porque vio a Matt con el arma en la mano. Lincoln no es un simple orador, con ocurrencias hilarantes, sino un hombre sagaz, íntegro y luchador.

A la salida del juzgado, Mary Todd felicita a Lincoln por su brillante victoria y Stephen A. Douglas le dice con sincera admiración que jamás volverá a menospreciarlo como rival. La escena transcurre en un pasillo. De repente, su amigo Efe Turner (Eddie Collins) exclama: «Deprisa, Abe. La gente te espera». Se abre una puerta y una poderosa luz blanca inunda el pasillo. Un plano americano o plano de tres cuartos enmarca a un Lincoln que avanza despacio, quitándose el sombrero de copa mientras la multitud lo aclama. El final subraya la dimensión mítica del joven abogado de Springfield. Tras despedirse de la familia que ha defendido, Efe Turner, que lo acompaña, le pregunta si va a volver a Springfield: «No, creo que voy a seguir un trecho más –contesta Lincoln−. Hasta la cumbre de aquel cerro». Mientras camina, se desata una tormenta, se escuchan truenos y el viento sacude su levita. Se detiene un instante, pero continúa, con gesto de firmeza. Empieza a llover y el paisaje se funde con la famosa estatua de Daniel Chester French dentro del Monumento a Lincoln. El semblante en piedra revela la gravedad de su misión histórica.

Ford se limita a fabular sobre su juventud, humanizando a una figura de una gran carga mítica. Dicen que Henry Fonda no quería interpretar el papel, pero Ford lo convenció con su habitual rudeza: «¿Qué coño significa toda esa mierda de que no quieres hacer el papel? Crees que vas a interpretar al gran emancipador, ¿verdad? ¡Se trata sólo de un jodido abogado de Springfield, maldita sea!» En su monumental biografía sobre John Ford (Tras la pista de John Ford, trad. de Josep Escarré, Madrid, T&B Editores, 2001), Joseph McBride escribe: «Bogdanovich señaló que cuando Ford, ya de mayor, se refirió a Abraham Lincoln, lo hacía en “un tono extraordinariamente íntimo (y con el mismo cariño con el que se refería a John Wayne como “ese patán”), que de alguna forma no se trataba de un cineasta hablando de un gran presidente, sino de un hombre refiriéndose a un amigo». Esa cercanía se refleja en la película, que subraya la talla del mito, pero sin grandilocuencia. «El retrato de Lincoln que emerge –continúa McBride- está cuidadosa y sutilmente construido a partir de una serie de metáforas sobre lo esencial de su papel en la historia de América como el presidente que libró la Guerra Civil para preservar la Unión y, además, abolió la esclavitud». El talante conciliador de Lincoln se refleja en su forma de interpretar con el birimbao «Dixie», la popular canción que casi se convertiría en el himno sudista, mientras se acerca a la granja de los Clay a lomos de un asno. Se dice que Young Mr. Lincoln era la película favorita de Ford, la que consideraba su mejor trabajo. Sin embargo, no se le ha prestado mucha atención. Ford se mofaba de los elogios. En una entrevista, comentó displicente: «Ha dicho usted que alguien me ha definido como el gran poeta de la epopeya del Oeste, y yo no sé qué es eso. Yo diría que es una gilipollez». Es difícil estar de acuerdo con el malhumorado director irlandés, particularmente después de contemplar su retrato del joven Lincoln, trufado de épica y lirismo.